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En cada huella, una historia que contar

Encuentros religiosos de un casco histórico

Yo no estoy pálida: Mi experiencia en el Festival Suena Caracas 2015

LF.- El sábado 21 de noviembre me desperté reventada de un Viernes que aún estoy tratando de recordar. Mi memoria es como la de los peces, si fuese un personaje animado, sin duda alguna seria Doris. Así que haré todo lo posible por no quemar todas mis neuronas en esta crónica.

Recuerdo que ese día desperté con dolor de cabeza, me costó enormemente abrir los ojos, pero el rayo de luz que atravesó la ventana de mi cuarto fue más fuerte que mi mamá entrando de coñazo al cuarto porque no consigue cualquier vaina, literalmente cualquier vaina (ropa, medias, carteras, cargadores, maquillaje), pues si, soy de esas hijas que de vez en cuando comparten cosas con sus madres -lo que no significa que seamos las mejores amigas, tampoco así-.  ¡Ah! este despertar, fue después de llegar de casa de un gran amigo. El día anterior estuvimos viendo televisión, analizando visualmente una mala película pornográfica, recuerdo que terminamos echando las cenizas en la mesita de su cuarto y el humo de una pipa nos arropaba en unas sábanas color guayaba. Yo estaba en compañía y él también, pero no piensen mal, estábamos sólo costillas.

Después de tomar una siesta corta en mi casa, corregir algunos trabajos y bañarme, salí al Bulevar de Sábana Grande. Alguien del trabajo -no recuerdo quién tampoco- me había dicho que ya habían depositado las utilidades ¡Vamo-nos canoa! me fui a raspar esos billeticos, antes que las bebidas espirituosas, sexo, fiesta o mery jane se lo llevaran todo. Supongo que tener 25 años te hace priorizar mejor las cosas.

Compré, comí, me encontré con mi señora madre, abuela y hermana de mi abuela. Caminamos hasta que las tres empezamos a cojear. Me tomé una cerveza en el camino, las lleve hasta la casa, me volví a duchar, me vestí, me puse ropa cómoda, mandé algunos mensajes de texto, cuadré para verme con una amiga y listo. Iba decidida a ver a Vicentico en la Plaza Diego Ibarra.

Alrededor de las 7:00 pm busco a mi pana por su casa. Le pregunto si tenemos todo lo necesario para no pasar roncha y me dice que sí. ¡Fuego, ya lo dijo! Diego Ibarra, allá vamos.

Llegamos al estacionamiento del Río Tuy, un estacionamiento que para quienes no lo conocen es más viejo que la edad de mi mamá, abuela y tía segunda juntas. Queda justo debajo del Terminal de Pasajeros del Río Tuy en el  Centro Simón Bolívar. El lugar es bastante viejo y yo sólo cruzaba los dedos por conseguir un puesto. Afortunadamente, no había mucha gente y logramos estacionar.

Recogimos todo, cigarros, agua, encendedores, monederos, llaves del carro, pipa, weed…weed, weed, ok, ok, todo check.  Procedimos a bajarnos del carro, llevábamos todo en un sólo morral, bien sencillo y de color negro. Caminamos, subimos las escaleras en la oscuridad y soledad del estacionamiento. Un lugar perfecto para dos chicas, si claro.

Justo antes de la entrada, nos percatamos que los policías estaban revisando, más atrás, las brujas de la GNB no dejaban de parar a cualquiera y requisar todo lo que se les antojaba. Mi amiga y yo nos detuvimos a crear una estrategia poco funcional para entrar al concierto, sin que nos decomisaran absolutamente nada. Colocamos el morral en un muro, ella revisa y trata de ocultarse los detalles mágicos de la felicidad suprema, yo por otro lado hablo por teléfono y de repente ¡pow! se nos llegó una de las brujas de la GNB.

«Señoritas, ¿qué tienen allí? tengo que revisarles el morral. Abranlo y saquen todo, pongan todo sobre el muro» Mi amiga me ve con cara de ¡coño de la madre, nos caímos! se pone más pálida de lo normal (es una jeva bien blanca), yo me relajo y trato de no rebotarme con el GNB. Ella saca todo del morral, acto siguiente el guardia revisa y mete mano, voltea como cinco veces el bolso, pa’ lante y pa’ atrás. Mientras sigue revisando, me hago la güili y boto mi pipa en una esquina oscura cerca de donde estábamos -lloré al tirarla, pensé que no la iba a rescatar- sigo caminando mientras el guardia habla con mi pana. Tanto revisó que consiguió una moña pequeña que ni siquiera mi pana sabía que estaba allí. Oficialmente, estamos caídas. El GNB nos pide que lo acompañemos, caminamos con él. Nos da una charla cargada de psicoterror «Saben que por esto pueden ir detenidas, me estaban viendo la cara de gafo, tenemos que procesarlas» Mi  amiga conversa con él, yo sólo escucho tranquila, ella se pone más roja de la arrechera y el GNB se pone intenso. Nos decomisa los papers, el weed y nos pide dinero, a lo que le respondí «Lo que tengo en efectivo son 400 lucas y me da vergüenza dártelas, habla claro vale, tú fumas también» de repente el GBN nos confiesa que también fuma, nos pide que le regalemos dos papers para su uso personal, nos dice que anotemos su número, que si queremos vender curda él nos ayuda y para más ñapa nos regala una moñita del tamaño de la punta del dedo meñique «Agarra ahí, esto es de contrabando en Maracaibo» nos deja ir.

Posteriormente, no entendíamos nada, pasamos de la arrechera a ¡qué bolas toda esta vaina! entramos al concierto.

Nos adentramos al gentío, llegamos a estar cerca de unos rastamanes, justo a mi lado estaba un señor como de 55 años, tranquilo, solo, y en silencio, bailaba reggae, movía la cabeza como un gallo a veces, tenía bigote canoso y media unos 1, 60 cm, llevaba un morral de frente y lo abrazaba, o era obrero o era un señor de la calle, pero mal aspecto no tenía.  Prendo un cigarro, fumo y el mismo señor me dice «¿le puedo sacar dos patada?» a lo que le respondo «¿del cigarro?» para mi sorpresa me responde «no vale, de lo otro» me causa gracia y le dijo a mi pana que se lo rote. Dos patadas, no tres ni cuatro, dos como lo había prometido. Seguimos disfrutando del concierto.

Pasaron dos horas aproximadamente, por fin se monta Vicentico ¡qué hombre tan bello! abre con la primera canción y estoy feliz por partida doble. De repente, la gente se comienza a movilizar constantemente, en su mayoría revendedores: de guarapa, cigarros, donas, marihuana, papers, cocoyu, tragos, hielo y cualquier cosa que se puedan imaginar. Tanta movilización de revendedores me hizo detallar todo alrededor, la gente, sus caras, gestos, ropa, accesorios, forma de hablar y de expresarse. Me comencé a sentir un poco tensa, la energía se estaba poniendo bastante TENSA y juro que no estaba paranoica. Pero cuando ves cosas que no están cuadrando, simplemente te abres cancha y más cuando sientes que tienes detrás de ti a un chico que no deja de observarte.

Le digo a mi pana para salir de donde estábamos, nos movemos hacía atrás a un espacio más abierto, de frente un grupo de trasnformistas, dignas, regias y sin creer en nadie también estaban fumando y bebiendo como la mayoría de las personas que estaban en la plaza. A su alrededor todos las veían, hablaban y criticaban. A nuestro alrededor, más hombres que mujeres nos veían de arriba a abajo y nos sentimos más tensas.

Decidimos irnos, salir de esa situación, no terminé de escuchar y ver a vicentico, pero por un momento sentí que algo muy malo podía pasar, entre gente borracha, guardias atropellando a las personas y gente que repudia al uniforme.

Salimos por donde entramos, caminamos rápido, pasamos por el mismo pasillo en el que nos caímos, se escuchan gritos de una mujer, nos asomamos y era un transformista gritando. Al fondo un GNB con pistola en mano maltrataba a un perro de la calle, lo agarra del cuello y lo tira, apunta con la pistola a los transformistas y siguen los gritos. Nosotras aceleramos el paso, miro a mi alrededor, nadie nos sigue, las piernas me comienzan a temblar, nos acercamos al carro, cuando vamos entrando al estacionamiento la reja está cerrada, el señor que trabaja allí se encuentra dormido y le grito -señor, ¿nos puede abrir la puerta por favor?- se levanta y nos abre la puerta, caminamos hasta el carro y llegamos. Entramos y nos sentamos, respiramos profundamente, nos tranquilizamos y nos vamos. Dejo a mi pana en su casa y yo sigo a la mía.

El Suena Caracas es una experiencia para cualquiera, estar en el centro de la ciudad a las 9 o 10 de la noche puede ser todo un desafío. Anteriormente, había disfrutado de las Rutas Nocturnas sin ningún tipo de eventualidad. Me he llegado a sentir incluso segura en altas horas de la noche. Amo mi ciudad, los riesgos que conlleva, las personas que uno se puede encontrar, aprendí que no necesariamente una persona «tukky» es malandro a juro. La realidad y la corrupción me golpeó en la cara. Efectivamente, Caracas es una ciudad de locos, donde todo, absolutamente todo puede pasar.

PD: Sin discriminación alguna, sin etiquetar a la gente, sin importar si estoy en Oeste o Este, volveré a ir este fin al Festival, porque nadie me dice que espacios de mi ciudad puedo o no disfrutar. ¡Ah! rescaté mi pipa y todo el weed que habíamos tirado en el piso antes de caernos más con los kilos.

 

 

 

Resumen del 1er Festival de moda en Venezuela

Entre desfiles y aplausos abrió el Primer Festival Nacional de Diseño de Moda en los espacios del Teresa Carreño, en una ruta de investigación y encuentros de talentos de jóvenes nacionales para dar inicio a la producción del país.

Este Primer Festival de Diseño de Moda cuenta con la participación de 150 diseñadores jóvenes de todo el país, empresa productiva de propiedad social, comerciantes y miembros de industria textiles quien exhibieron prendas para todas las edades.

Boxeo: Más que golpes, son sueños

Campeonato de boxeo en el Gimnasio Vertical El Dorado ubicado en La California.

Este deporte se ha convertido en un mecanismo para disminuir los indices de violencia en algunos sectores populares de la capital. Verlo en vivo es muy distinto a verlo a través de una pantalla. Estos niños, jóvenes e incluso mujeres se dedican a esta disciplina varios días a la semana. Su dedicación, esfuerzo y concentración se puede ver en cada golpe y paso que dan. En sus ojos se refleja una lucha que va más allá del cuadrilátero ¿Cuáles son los sueños de estos chicos?

Disfrutando Caracas 

Sexo estereofónico por José Escalona

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El retroceso de la Vinotinto por Liz Gastelo

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Algo que nos diferencia de otras culturas y otros países, cuando pedimos un perro caliente o «Hot Dog» es que en Caracas, la reconocida «Bala fría» no pasa desapercibida por su gusto, sus salsas, su manera inventiva de agregar sabores que en ningún otro lado del mundo te apostamos que podrás ver y probar. Nuestros perros calientes son únicos, groseros en tamaño y resuelven a buen precio cuando el bolsillo está algo corto o necesitamos comer algo rápido antes de seguir con nuestras diligencias.

Vota y dinos, según tu opinión y paladar, en dónde se comen los mejores perros calientes de la ciudad.

Murales que debes conocer en Caracas

Muchas veces recorremos la ciudad sin detallar el arte que se encuentra en nuestras cercanías. Estos murales son una muestra de expresión que narra con pintura, spay y cerámica parte de nuestra historia.

El arte como forma de expresión es libre y en Caracas hay de todos y para todos los gustos ¿Ya los conoces todos?

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